Bosque de Gigantes. Primigenio bosque de Eucaliptus Globulus.
- MUJER ÁRBOL
- 31 jul 2019
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Este es un homenaje a tres personas humildes y generosas que forman parte de la historia de este bosque de eucaliptos australianos; el catalán Don Jaime Bassols, y los gallegos Don Diego Valiño y Don Ángel Durán Villarnovo; en especial le dedicaremos esta entrada a este último por su influencia en la historia de dicho lugar y por que hoy justo he tenido el placer de conocer al tataranieto de Don Angel Durán.
He sentido que hacerle un reconocimiento más a este personaje de la historia de Viveiro no solo es enriquecedor si no un guiño a este ser cuya vida merece ser explicada por su encanto y tierna dedicación como ginecólogo y amante de los árboles.
Don Ángel Durán, nacido en 1859, en su propio domicilio situado en el camino entre Mera y Cariño, cerca del puente del río Seixo.
Sus padres Doña Manuela Villarnovo Cordido y Don Antonio Duran, capitán de infantería retirado, tuvieron a éste su único hijo.
Tras terminar sus estudios en Ortigueira, Don Ángel Duran se trasladó a Santiago de Compostela donde terminó estudiando la carrera de Medicina, que termino a la edad de 19 años con nota sobresaliente y el grado A del mérito...
Puso su primera consulta en Ortigueira. Para atender a domicilio, se compró uno de los primero velocípedos con el cual recorría caminos y senderos solo transitables por carros agrícolas y carruajes de nobles; 10 años después este artilugio sería modificado y llamado finalmente lo que hoy conocemos con el nombre de bicicleta.
Poco después marchó a Madrid donde completó su formación médica con el doctorado, tan solo cuatro meses después ya había concluido su especialización.
En 1880, Don Ángel Durán volvía a ejercer de médico en una consulta privada.
Tras dedicarse a tratar diferentes tipos de dolencias, decidió especializarse en una rama muy requerida en aquella época, la de tocólogo actualmente llamado ginecólogo.
En toda su carrera llego a traer al mundo entre cuatro y cinco mil niños.
Viajo más tarde a Francia y España conociendo e interesándose por las bicicletas, vehículos y maquinaria textil. Cuatro años después de ese viaje decidió montar una empresa textil en Coruña junto a Ramón Cao, su cuñado con quién anteriormente había viajado a Chemmitz, en la región de Sajonia.
Dada la competencia en la industria textil con la que se vió seriamente afectado y tras el trágico fallecimiento de su cuñado Ramón, Don Angel, viajo a la localidad de Chavín, en el municipio lucense de Viveiro donde se encontraría con el empresario Diego Valiño y Montenegro, con el fin de comprarle sus instalaciones para poder ampliar su empresa. Estas instalaciones estaban ubicadas en Souto de Retorta, en donde el empresario catalán Jaime Bassols había levantado una fábrica de tejidos de lienzo y lona en 1840.
Los telares se impulsaron desde un principio a través del agua canalizada desde el río Landro.
Muchos años después Bassols, plantó en sus propiedad seis pies de eucalipto, una especie que en aquel entonces comenzaba a darse e conocer por su rápido crecimiento y gran exotismo.
Sin embargo, su falta de atención a las instalaciones fabriles hizo que éstas terminasen en un estado ruinoso.
Su posterior propietario Diego Valiño, planto cincuenta eucaliptos más, en dicha finca, pero éste tampoco cuidó demasiado del lugar, dejando también que se quedara en un estado degradante.
Como se había explicado en líneas anteriores, Ángel Durán se acercó hasta Viveiro para poderle hacer una oferta de compra Diego Valiño por su finca. Con el traspaso de la hacienda, ahora sí, se pondrá en marcha un plan de reflotación industrial de las instalaciones chavinesas.
Durán acabará, así, relocalizando su fábrica coruñesa en la aldea viveirense. Sin embargo, antes de ejecutar su traslado, los nuevos accionistas tuvieron que solucionar el importante problema que tenían sus locales en invierno y que no era otro que el de su inundación a consecuencia de las crecidas del río Landro, un escenario que imposibilitaba el desarrollo normal de sus actividades fabriles. El remedio adoptado para este embarazoso problema fue añadirle cerca de otro medio centenar de eucaliptos a la ribera del río con la intención de que éstos, por un lado, absorbiesen los excedentes de agua y, por otro, actuasen como una barrera natural ante las crecidas de su caudal.
He de reconocer que, esta historia contada en breve relato, hace que mi imaginación viaje intentando determinar la cantidad de años que han hecho falta para poder disfrutar de un espacio mágico y emblemático, sacudido por el tiempo y el espacio en un estado digno de admiración ya que es difícil que se mantengan conservados estos bosques alimentando al visitante con hermosos atardeceres tras los gigantes y majestuosos Eucaliptus Globulus.
Gracias por esta hermosa iniciativa a estas tres personas de la historia de Coruña que participaron en generar este espacio de recogimiento y conexión, sin saber que 140 años después, podríamos disfrutar de esa hermosa vibración natural, sanadora experiencia y amoroso encuentro con uno mismo.
Gracias, gracias, gracias
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