LUCES Y SOMBRAS
- MUJER ÁRBOL
- 23 jul 2019
- 3 Min. de lectura

Me adentré en los bosques, algo inquieta, en mi mente, turbada. Con un talante sombrío y adormecido, deseando ver ese pequeño haz luminoso en aquel bello espacio, detectando en cada movimiento inhóspito de mi caminar desánimo y cierto agotamiento.
Me resistía, no conseguía entrar en mi, no alcanzaba ese momento de luz en la penumbra.
En la expectativa, en el deseo, en el miedo.
Caminaba desordenada, vacilante y cabizbaja; no estaba allí, no estaba observando la realidad que se me regalaba ante mis ojos.
No quería verla...
Todo era color sin brillo, sonido sin encanto y tacto sin ternura, mi olfato no respiraba la esencia del bosque en cada flor, ni en cada húmedo trocito de tierra regado por el vapor del agua refrescante y limpia.
Mi mirada se detenía en las copas de los robles y fresnos que jugaban a darse cobijo; los miraba buscando su protección y rogándoles alguna respuesta donde encontrar la fórmula magistral para detener mi dolor.
Los mensajes estaban allí, la magia se desvelaba ante mis ojos, y...
no quería verla...
Conmovida por el desafío de no salir de allí sin resolver tanta desidia, me arrimé a una roca vestida de musgo y hermosos hongos anaranjados y nácar, ese acertado asiento me llamó con cierta impaciencia.
Me deje caer, curvando mi espalda en abatimiento y acariciando sin apenas sensibilidad esa hermosa manifestación acolchada que cubría la roca.
Lloré y mis lágrimas bañaron de desgarro la superficie seca de las hojas con aspecto de manto que acariciaban mis descalzos pies desenraizados y perdidos. Seguí llorando, en realidad era lo único que mi corazón deseaba hacer, era lo único que podía derretir esa capa helada tras tanto tiempo engordando de tristeza y desaliento.
Simplemente me arrodillé en humildad y acepté y me dejé sentir, me deje romper en un llanto de grito de guerra y bella vulnerabilidad atravesando ese muro de irrealidad y aislamiento.
Quise ver, quise entrar, quise dejar que la vida me alumbrara a través de mis propias sombras, donde cobijarme, abrazarme y desearme libre y encontrada.
Las sombras; que huyen cuando consiguen que las veas sin rechazo y desmembradas una a una sin resistencias ni apegos, cuando tras llamar varias veces a tu puerta por fin dejas que entren...
Maravillosas y crueles, con su propia luz y su propia sombra, que interpretan la vida con máscaras de dolor, siendo nuestra verdadera salvación en busca de la sanación más auténtica y profunda.
Tras una larga hora envuelta en un mar de gotas de esperanza ,mis pies desnudos comenzaron a vibrar en un hormigueo delicado y sutil, mi corazón latió de nuevo...
Mi ira se detuvo, mis músculos se relajaron y aletargaron, mi mente se desbordo hasta que se detuvo y rompió el hechizo de ese viaje sin sentido hacia el pasado y el futuro.
Mis ojos volvieron a ver de nuevo el brillo de la belleza, mis manos por fin sentían y mi olfato atrajo los más envolventes aromas; los sonidos llegaban a mi alma despertando mi aletargamiento.
Respiré tres veces, respiré...seguí respirando el presente.
Sentía mi rostro relajado, mi miedo herido y mi corazón descargado y latente.
Lo más sorprendente sucedió cuando el silbido de un pájaro, me hizo llevar la mirada a las ramas de aquel fresno, silencioso espectador de tan bello hallazgo.
Aún con los ojos algo empañados, vi anonadada que una de sus ramas se habían inclinado hasta rozar mi cabello en un acto de amor y ternura, sus hojas delicadas y maternales, acariciaba mi espalda, y se deslizaban suavemente por mis hombros ya vacíos de peso.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo y algo me susurró al oído "ya pasó, ya puedes descansar"
Seguí llorando, esta vez de compasión.
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