Druidas
- MUJER ÁRBOL
- 8 ago 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 8 ago 2019

Magos, médicos, alquimistas, astrónomos , filósofos...
Siempre me han fascinado las historias de druidas como seres mágicos encargados de cuidar de la Madre Tierra y cuya sabiduría venía de las estrellas y la naturaleza, poseían una hermosa capacidad de comunicarse con los árboles, las plantas y los elementos.
Tenían también la capacidad de comunicarse con los seres luminosos de la tierra como hadas, elfos, elementales, gnomos y con los seres ancestros de los lugares donde vivían.
Su hermosa finalidad estaba orientada a desvelar los misterios de la Naturaleza y el cosmos, como interpretación para alcanzar altos niveles de consciencia y proteger a la Madre Tierra y sus seres, reconocer sus poderes naturales y mantener un hermoso vinculo para no perder su identidad.
Los druidas, utilizaban ropajes blancos cuando realizaban rituales o celebraciones especiales.
El Muérdago, planta que en alemán quiere decir "todo lo cura" tenía para los druidas propiedades sagradas de gran poder; era una de las plantas más usadas por ellos por sus dones medicinales y mágicas.
Por ejemplo en Navidad a una hora astrológica exacta, celebraban la recogida de bayas de Muérdago.
Estas bayas, recogidas con la vibración de los astros que acompañaban esa noche y la fe de los asistentes de la ceremonia, se convertían en poderosos condensadores magnéticos que utilizaban para realizar curas maravillosas, en casos verdaderamente urgentes.
El Muérdago, vegetal parásito de manzanos y encinas, era una planta mística para los druidas celtas. Sus sacerdotes lo cortaban en ciertas estaciones sirviéndose de una oz dorada especialmente consagrada.
Esta planta simboliza el sacrificio divino, el descenso del Espíritu a la Materia.
Los druidas eran seres completamente conectados con la tierra y todo lo que favorece el crecimiento y desarrollo de los vegetales, consideraban el agua de ríos y arroyos como potentes limpiadores y purificadores cuando algún hechizo o energía maligna se manifestaba.
Solían usar los minerales como oráculos y llamaban a la lluvia mediante instrumentos que fabricaban con medios naturales como ramas de avellanos y sauces.
Hablaban con las estrellas y sabían interpretar los mensajes de la luna en sus diferentes fases.
Mantenían una relación directa con las flores y sus esencias, para recibir mensajes curativos para Alma y Espíritu.
Usaban el fuego como hoguera sagrada de noches largas, conversaciones eternas y calor humano en círculos de sabios, comunicando, cantando y compartiendo; dando de comer a mendigos hambrientos de conocimientos alrededor de esa roja llama de consciencia.
Sabían interpretar y traducir el lenguaje de los árboles y en ocasiones meditaban junto a un árbol que consideraran especial y mirando al Sol, transmutaban los malos pensamientos o pensamientos negativos en emociones puras y compasivas.
Solían interpretar las betas de las hojas de árboles cono hayas,robles, abedules y otro árboles sagrados, con el fin de orientarse en momentos de dudas o decisiones importantes.
Eran sabios, compasivos y misteriosos, para mi entender, grupos de almas cuya función arrastraba una sorprendente capacidad de observación y meditación a través de la percepción de las diferentes formas y texturas, colores, olores; llevados a la belleza y perfección que solo la naturaleza sabe mostrar.
Gratitud y admiración por estos fascinantes magos del cosmos y de la alquimia terrestre, ternura y amor que brota de mi interior en un afán de corresponder tras varios siglos de separación con la Pachamama, condenados al desequilibrio y perturbados por el asfalto que yace caliente y alfombrado aislando nuestras raíces de estos dones tan valiosos y eternos, que siempre estuvieron y siempre estarán incondicionalmente, aún soportando nuestra insulsa y mermada delicadeza por mantener viva la materia con la que sentirnos poderosos, sin saber que el verdadero poder esta en la Naturaleza.
En esta búsqueda incansable por entender donde esta realmente la gracia de vivir aislados de la vida en los bosques, lagos y montañas, de someterse a un sistema caduco y sin sentido, que pretende convencernos de que lo real esta en el placer de poseer y no de compartir, de pisar y no de ayudar a levantar, de correr sin observar, de trabajar sin descansar; perdiendo de vista las maravillas que se encuentran ante nuestros ojos en aquel árbol del parque, o esa flor del balcón
vecino, las nubes, el Sol, el mar en calma furiosamente entregado al sonido de la arena arrastrada por las olas, perdidos de pensamientos y quehaceres, perdidos por alcanzar aquello que nunca conseguimos, por que lo que de verdad necesitamos, no salimos a buscarlo.
Queridos Druidas, gracias por vuestro legado, que por mi corazón no pasa desapercibido, que mi consciencia abraza y mis sentidos acogen, para seguir transmitiendo vuestro cometido.
Gracias, gracias, gracias
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